domingo, agosto 31, 2003

Día 31. Forenses


Cuando llegaron los forenses a investigar y recoger los despojos ya se habían congregado un buen número de policías en la casa. Todo el que estaba libre se había acercado a ver el espectáculo. También en la calle una multitud de curiosos se mantenía tras las líneas que puso la policía. El juez de guardia, tan remolón cuando se trata de acudir a servicios nocturnos, movió el culo y apareció temprano cuando le comentaron la gravedad del incidente. Varios equipos trabajaban en la obtención de huellas y en la búsqueda de indicios que permitieran localizar a los responsables de semejante matanza. Todos andaban muy alterados salvo el jefe de policía, que parecía más preocupado en el aspecto que tendría cuando las televisiones lo entrevistaran. Estas ya se habían apostado detrás de las líneas y trataban de conseguir información sondeando a sus contactos.
El jefe de policía se acercó a uno de los forenses para enterarse de las últimas cifras:
“¿Cuantos cadáveres han aparecido?”
“Entre 10 y 30 cuerpos” fue la lacónica respuesta del hombre
“El margen es muy amplio. No puede ser más específico”
“Los cuerpos están desmembrados y desperdigados por toda la casa. Hemos encontrado sangre y vísceras en prácticamente todas las habitaciones, en paredes y techo, dentro y fuera de los electrodomésticos del hogar. No le puedo dar un número preciso porque tendremos que ver si los miembros sueltos pertenecen a uno o a más fallecidos” precisó el hombre. No se sentía a gusto con este trabajo. Lo normal era tener un cadáver, quizás un par pero esto era definitivamente demasiado. Nunca pensó que pudiese haber una mente tan enferma en el mundo.
“Está bien” dijo el policía. “Al menos me podrá decir cuando han muerto más o menos”
“No”
Visto que el hombre no iba a darle información el jefe se preparó para una rueda de prensa sin detalles concretos. Se acercó al juez de guardia y le preguntó si iba a declarar el secreto de sumario. La respuesta afirmativa de éste le simplificó mucho las cosas. Al menos ahora no tendría que preocuparse por dar información. El secreto de sumario le salvaría de su ignorancia. Miró hacia la ambulancia que estaba cerca de la entrada. Allí estaban tratando de calmar a los dueños de la casa. Resultaba increíble que esta gente se hubiese ido a ver una película al cine y durante ese corto espacio de tiempo alguien preparase esta matanza. Tuvo que ser una banda organizada. Sin embargo aún no habían encontrado una sola huella. Era como si esa gente hubiera estado flotando todo el tiempo mientras realizaban su macabra composición. No había pisadas ni manos en las paredes o el suelo. Nada de nada.
Fue hacia la cocina manteniéndose en el camino que habían marcado en el suelo. Un grupo de forenses estaba analizando la carne que había en la nevera. Cogían cada pedazo y lo metían en una bolsa con una etiqueta identificativa. Habían traído un montón de neveras para ir metiendo en ellas lo que encontraran. Las tripas que se encontraban en la cesta de las verduras pertenecían a dos individuos. El resto no estaba tan claro. Los tres hígados que había en la nevera y los dos corazones podían pertenecer a cualquiera de los otros cadáveres que había en la casa.
Un forense le tomaba fotos a todo con una cámara digital. Lo hacía metódicamente tratando de no dejar nada sin fotografiar. Más tarde, cuando estuvieran analizando todas las pruebas, esas fotos tendrían su importancia. El destelleo del flash tenía un efecto hipnotizador. Otro forense tenía una cámara de vídeo e iba de habitación en habitación grabando, sin detenerse en los detalles. Todos se movían como un ballet, con movimientos lentos y calculados para no estropear pruebas. Parecían revolotear alrededor de los cuerpos y la carne pero sin querer tocarla. El juez de guardia se mantenía por detrás de ellos mirando preocupado. Esta iba a ser una noche muy larga.