sábado, agosto 23, 2003

Día 23. Sones marinos


Salvo estos tres últimos años toda mi vida he vivido junto al mar. Por las noches cuando me acostaba era lo más natural del mundo escuchar las conversaciones marinas, esos susurros con los que el mar nos cuenta cosas. El océano Atlántico nos habla a través de sus costas. Tiene muchas cosas que decir y de muy diferente manera. En primavera chasquea alegre con mares relajadas que golpean la costa de una forma continua y generan un murmullo sin fin. En verano llega la quietud y el mar remolonea casi silenciosamente acariciando la costa sin descanso, tocándola cual amada. Es este el más silencioso de los mares aunque por las noches, en la quietud de la oscuridad aún se le puede oir cantando su canción. Hacia el final del verano llegan las mareas del Pino, grandes olas agrupadas en tandas que golpean la costa con su tam-tam rítmico. Estas olas generan un ritmo que se puede seguir, y se respetan unas a otras no golpeando la costa hasta que el sonido de la anterior se ha convertido en un eco apagado. Son estas olas alegres que anuncian la llegada de los mares del otoño. Olas más formales, más bullangueras y agresivas que castigan la costa sin descanso generando graves cantos que contaminan el silencio de la noche. Son estos mares mis favoritos. El agua se vuelve más oscura y fría y su sonido se adapta al nuevo disfraz. La caja de ritmos que es el océano se torna oscura y sincopada. Cada cierto tiempo una ola rompe el ritmo y su sonido viaja por los aires nocturnos como un desafío a los que lo escuchan. En el invierno el mar se oscurece aún más si cabe y su sonido desciende unas octavas hablándonos con esa voz ronca. Es este un mar frío.
Hay también diferencias entre las mareas. El mar de la marea llena es agresivo y juguetón, sabedor de su fuerza. Tiene el desparpajo y la desvergüenza suficiente para desafiarnos. Sin embargo el mar de las mareas bajas es más tímido y tranquilo, parece querer pasar desapercibido y no llamar nuestra atención.
Hay diferencias también entre las diferentes costas. El mar que golpea en playa balbucea más que habla, tropiezan sus palabras en la arena y le cuesta expresar sus sentimientos. A veces no se puede distinguir las palabras de una ola de las que le preceden y suceden. El mar que golpea las rocas expresa claramente sus intenciones. Sus frases tienen un comienzo y un final y es muy sencillo distinguir las frases de una ola de la siguiente.
Finalmente hay otro mar que no solo habla, sino que es escuchado y al que se le responde. Es el mar que golpea en las playas de cayados, las playas que en lugar de arena tienen piedras. Esas piedras ruedan alegremente al llegar la ola hacia la costa y vuelven al mar al recogerse ésta. Mientras caminan cantan su canción de una forma despreocupada y alegre. Recuerdo las noches en el camping de Tauro en las que trataba de comprender lo que tenían que decirse los unos a las otras, trataba de averiguar que es tan importante para que estén durante tanto tiempo hablando. Nunca lo conseguí, pero no pierdo la esperanza de aprender ese idioma ... algún día.