martes, agosto 19, 2003

Día 19. La boda – Tercera parte



Pues nada. Volvemos a la iglesia en la que nos habíamos quedado en el capítulo anterior. Los novios en la calle con el cura y los padrinos y el resto de invitados dentro de la iglesia. Comienza la música y entran. Delante de los novios vienen dos pajes - supongo que se les llama así. Niño y Nina. Cada uno llevando un cirio enorme y horroroso en las manos. Después me explicaron que esos eran los cirios del bautizo de cada uno de los novios. Allí, parece ser que se guardan y se vuelven a utilizar en las bodas e intuyo que en los funerales. Así que es algo muy importante y simbólico. Como en esta parte del mundo hay mucha cultura de velorios y demás, supongo que a la gente le gusta guardarlas como recuerdo.
Comienza la ceremonia en alemán. Duró una hora y excepto por los amen no me enteré de nada. El cura se hartó a hablar y muchas veces la gente se reía por lo bajo. Después me contaron que todo el sermón era sobre lo de llegar virgen al matrimonio, no vivir juntos y movidas católicas similares y por eso el recochineo. Viven juntos, ella embarazada y aquel pobre allí haciendo un ridículo espantoso por estar en Babia.
Tras la ceremonia tuvimos lo clásico, lágrimas y demás en la puerta de la iglesia. Luego, todo el mundo para el restaurante del convite. Así que me voy con John a su coche, y ¡kabúm! el tío tiene un Corvette deportivo de los 60 precioso, pequeñito y super coqueto. Hasta ese momento nunca me había subido en un coche en el que tuviera la sensación de llevar el culo rozando el suelo. El coche era como una cajita de juguete. Supongo que con semejante instrumento el mariquita se pule a media Europa. Nos perdimos tres veces y en todas paramos a preguntar en algún bar, con aquel hombre que se tiraba a coquetear enseguida con los machotes rubios alemanes que obviamente le ponían a cien. Con media hora de retraso y una loca toda cachonda llegamos a la boda. Creo que estaban esperando por nosotros para empezar la cena porque fue llegar, darnos una copa de champaña para brindar y hacernos una foto con los novios y entrar todo el mundo al restaurante corriendo como putas a coger sitio (los sitios no estaban asignados). Me gustaría saber qué don tengo yo para atraer todas las cosas raras. Todas las desgracias del convite sucedieron en mi mesa. Aparte del colega del deportivo, muy simpático, atento y definitivamente con mucho glamour, teníamos en nuestra mesa a dos mujeres con una niña y una familia del sur del país.
Comienza la cena, y nos traen unas soperas enormes con el consomé. Yo miro el menú, veo 3 entrantes, 7 platos principales y 3 postres y pienso que nos darán a elegir. ¡Que va! Toda la comida venía a las mesas. Así que con los entrantes yo ya estaba lleno. Después de 50 minutos de entrantes, cuando aparecen los platos principales, la niña que está en nuestra mesa le da un ataque como de epilepsia y empieza a vomitarlo todo. Yo sentado enfrente alucinando. Además, era gordita y se había atiborrado como un cochino y la hijaputa lo echó todo todo todo. Se la llevaron para el baño y trajeron un balde para recoger toda aquella comida. La camarera con la tensión, va y derrama un vaso de vino sobre uno de los miembros de la familia del sur. John y Yo acojonados, sin movernos no sea que nos fuera a pasar algo. Todo el restaurante mirando para nuestra mesa que parecía una feria. Logramos continuar con los platos principales que duraron como una hora y media, en la que seguían y seguían trayendo bandejas cada vez que las vaciábamos. La gordita, volvió y comió aún más que la vez anterior así que supongo que aquello fue una estrategia para hacer hueco. Ni que decir tiene que llegué al final de esta tanda con el cinturón aflojado, y con el florero por el lado de John, que tenía la mano más larga que el rabo del conde Lequio. Los postres sólo duraron una media hora pero pudimos repetir tres veces el helado y la tarta.
Tras el banquete, que es la palabra que define perfectamente esta comida, comenzaron las actuaciones. En primer lugar, el maestro de ceremonias presentó a todo el mundo, incluidos a John y a mí, con una historia en la que hilvanaba las vidas y sucesos de todo el mundo. Después comenzó la procesión de gente al escenario a actuar. Aquí la tradición es que des el regalo en la boda y que actúes o hagas algo en honor de los novios. Pero eso lo dejo para la última parte de esta historia.