domingo, agosto 10, 2003

Día 10. La boda – Primera parte


Fui a Alemania en tren para la boda. Nada más comenzar hago un inciso, para explicar lo de los pasajes del tren. Me voy a la estación, a comprarme los billetes. Por Internet me había hecho el recorrido, así que me imprimo el papel y me lo llevo conmigo. Llego allí, y el tipo me lo mira en el sistema. Me dice, vale €150 yendo con el tren de alta velocidad alemán. Yo, que había mirado las rutas, le pregunto: ¿Y qué pasa con la otra ruta, la que va por el norte de Holanda? El tío, se medio mosquea conmigo, lo mira, y me dice. Ese no es de alta velocidad, y cuesta €45. Así que le pregunto cual es la duración del viaje por ambas rutas, y el pollaboba me dice que el tren de alta velocidad tarda 3 horas, y el otro 2 horas y media. Y todavía me pregunta que si quiero coger el de alta velocidad. Subnormal de mierda, ¿acaso me vio cara de turco? Y manda huevos, que la ruta con tren de alta velocidad sea más lenta.
Así que el día antes de la boda, me cojo el tren y tiro para Münster. Llegué y me recogió el padre del novio, para llevarme a su casa. Lo de las bodas en Alemania funciona de una forma extraña. Los novios tienen que correr con los gastos de todos los invitados, así que nos buscan alojamiento a todos. Inicialmente Yo iba a quedarme con la abuela del novio, una ancianita encantadora, que hace unas galletas de cojones. Finalmente, por esos giros que da el destino, acabé quedándome en la casa de los novios (o de los padres del novio, aunque ambos, el y ella, viven allí). Así que nada, llego y me recoge el padre de Dirk y me lleva a su casa.
Mi amigo Dirk había ido a la universidad a recoger sus notas finales ya que había terminado la carrera diez días antes de la boda. Cuando llega, cenamos. El apartamento en el que Yo me he quedado otras veces que he ido allí, lo habían convertido en suite nupcial, y ¡la habitación que me asignaron a mí fue la del novio! (Qué nivelazo). Los
novios, católicos ambos, dormían juntos la noche antes de la boda en la suite nupcial (super-parecido con la cultura española)
Después de la cena, nos fuimos a casa de los padres de la novia, a los cuales ya conocía, para una fiesta. Estaban decorando la fachada de la casa, y al mismo tiempo, bebiendo y tomando helados italianos (el padre tiene una heladería italiana, ya
que, el hombre es italiano). Pues nada, por allí por la fiesta, disfrutando, y privando cerveza en vasos de medio litro, con todo el mundo medio borracho a las 7 de la tarde.
Luego, nos fuimos de vuelta a la casa. Al día siguiente los eventos comenzaban a las 6 de la mañana. Los vecinos iban a montar una cacerolada a la puerta de la casa de los novios para despertarnos (¡Por eso nadie quería quedarse ahí a dormir en esa casa!). Así que nada, nos acostamos pronto.
A las 6 de la mañana se me cae el mundo encima. Oigo un estruendo terrible, que me reubicó los huevos a la altura de los ganglios. Me despierto súbitamente con el pelo alborotado y sin maquillaje y escucho un segundo estruendo. Me asomo a la
ventana y veo a los putos vecinos con las cacerolas. Me doy una ducha rápida, mas que nada para entonar el cuerpo un poco, y bajo en menos de 5 minutos. Durante todo ese tiempo, cíclicamente se oía un ruido sordo y fortísimo, similar a cañonazos. Salgo a la calle y está todo el mundo descojonado allí fuera bebiendo cerveza (algo totalmente normal a las 6 de la mañana cuando uno se levanta). El artilugio productor del ruido resultó ser una especie de cañón que funciona con gas butano. Comprime el gas, o no sé que coño hace, pero cada cierto tiempo pega unos pepinazos acojonantes.
Después de tan agradable despertar, los vecinos, de acuerdo a la tradición, deben ser agasajados con cerveza. Así que hala todo el mundo a privar. Y luego, desayuno para todo el barrio. Más de 40 personas dentro de la casa, y nosotros de camareros.
A las 8 desaparecieron todos, súbitamente, y 10 minutos mas tardes, los oigo volver cantando la canción de Blancanieves y los 7 enanitos ¡Ai Jo!. Modificaron la letra, en alemán claro, y decían algo de los novios. Venían con la decoración, y se pusieron a
decorar la fachada de la casa. Yo flipaba. Por suerte, la tradición dice que los habitantes de la casa no pueden ayudar, así que nos limitamos a mirar como lo hacían, y a proveer a la basca de cerveza, para que produjeran más y mejor. Cuando terminaron,
el resultado fue fantástico. Toda la fachada de la casa y la entrada decorada.
Luego, nos equipamos para la ceremonia civil, y nos fuimos para la iglesia, solo la familia (¡y Yo, claro!). El coche de los novios (que iban juntos, otra sutil diferencia con el sistema español), era un mercedazo de cojones al que le habían puesto, no se como, un centro de mesa lleno de flores en el capó. Yo espero que no dañaran el capó de semejante joya. Por culpa de la mierda que llevaba adosada al capo no podía correr, así que fuimos a paso de procesión de entierro al ayuntamiento. El lugar resultó ser muy bonito. Nos dijeron a las 11:30, así que estamos allí un par de minutos antes, y a las 11:30:00 se abre la puerta y aparece la beba teutona que nos invita a pasar. A mí esto de la puntualidad centroeuropea a veces me da un poco de miedo. Ya me estoy acostumbrado a estos rituales de puntualidad enfermiza, y cuando vuelvo a la patria y me pegan esos pallufos de una hora, se me desajusta el cuerpo de la rabia.