jueves, agosto 07, 2003

Día 7. La caló


No os podéis imaginar el calor que hace por aquí arriba. Estamos en más de 35 grados, y esto es el infierno. Por suerte para mí tengo prestado el coche de un amigo y sobrevivo moviéndome con el coche con el aire acondicionado al máximo. Esto de prestar coches no es un deporte popular en España, pero aquí, por alguna razón, o porque le he caído en gracia a la gente funciona muy bien. En la actualidad mantengo dos donantes de coche en plantilla. Uno es un Peugeot 205, viejillo, pero al que le he cogido mucho cariño, y el otro es un flamante Audi A3, con el que se vacila mazo en todos lados. Tengo a la gente de mi empresa preguntándose de donde coño he sacado ese coche, y Yo sonriendo pícaramente y obviando las preguntas. ¿Alguna vez os han prestado un coche? A mí como ya he dicho sí. He perdido la cuenta, pero desde mí distorsionado punto de vista, el mundo está lleno de gente que te quiere prestar su vehículo, y yo nunca rechazo una de esas invitaciones.
Este lunes pasado vi Tomb Raider: The Cradle of Life. Que decepción más grande. Es que no gano para disgustos. Si el viernes me llevé el palo de Terminator 3, el lunes aún no repuesto de ese me cae el de Lara Croft. Concretando para que incluso los retardados lo entiendan: ¡Qué mierda de película! No merece la pena ni por ver a Angeline Joile en bañador. Es estúpida de principio a fin. Lo más alucinante de la película fue el cine. Los multicines de este villorrio no tienen aire acondicionado, aunque sí calefacción. Esto no es un problema en invierno, pero en un verano como este se convierte en un problemón del quince. La sala estaba que se caía de gente, con las dos plantas llenas, así que me pertreché con los tres cuartos de litro de una Coca-Cola normal y traté de concentrarme en la película para no notar al chino al lado mío haciendo gárgaras con la Coca-Cola. Por una vez en mi vida dí gracias por el intermedio en el cine, porque tras una hora, estaba más mojado que el coño de la Veneno. Ya sé que tengo fama de exagerado, pero os juro por las bragas de Aramís Fuster que al llegar el intermedio tuvieron que abrir las puertas de emergencia para enfriar la sala. La gente salía mojada. La diferencia con la calle era de al menos 5 grados más dentro de la sala, y fuera habían casi 30. El chino me lloraba diciendo que no quería volver a entrar, pero le recordé que pagamos un dinero, y que aunque muriésemos allí veíamos la película completa. La segunda parte, por desgracia, no mejoró respecto de la primera, y al acabar la película todos y cada uno de los presentes teníamos el aspecto de compresas usadas andantes.
Pues eso, que hace mucho calor y no me apetece escribir más.