domingo, agosto 03, 2003

Día 3. El calor


Esto es un infierno. Mi casa es un auténtico horno. Es lo malo de estas casas diseñadas para el frío del Norte. En invierno funcionan de puta madre pero ahora en verano, a poco que se superen los 25 grados mi casa es un desastre. El techo de tejas negro, la ubicación, el que mi apartamento sea un ático, todo ayuda para que viva en las cocinas del demonio. Como encima no corre el aire, pues nada, a pasar el día tomando agua helada y con varias duchas al día. Como será la cosa, que una de las velas que tengo en una mesa cerca de la ventana se ha convertido en un digno competidor de la torre de Pisa. Se ha cambao toa la pobre. Es una cosa alucinante, y todo porque se me olvidó bajar las persianas y le dio el sol un par de horas [quizás debería hacerle una foto, pero si queréis verla, solicitadlo].
Con estos calores lo que a uno le apetece es ir a la playa, pero hay algunas diferencias con las playas españolas. Siempre creemos que fuera de España todo es mejor, pero desengañaos, como las playas españolas, ninguna en Europa. Aquí en los Países Bajos son muy suyos. En primer lugar, se pueden llevar perros a la playa, con lo que los ves sueltos por cientos, corriendo alrededor de todo el mundo. Pase con lo de los perros, pero los que llevan caballos, esos se pasan un kilo, y varios kilos de mierda que dejan los putos animales en la arena, lo que anima a ingentes cantidades de moscas a andar a la expectativa en la playa. Si ya es asqueroso lo de los animales, cuando uno va al agua hay también algunos problemas. Primero, este es el jodido mar del Norte, estamos prácticamente por debajo del nivel del mar, y este país está hecho única y exclusivamente de arena. Así que como el país es llano, en algunas playas, entre el punto en el que dejas la toalla, y el agua hay hasta “”1 KILÓMETRO””. Sí, ya sé que piensas que exagero, pero esto es así. O sea, que con marea baja, son 10 minutillos andando hasta el agua dejando todas tus cosas detrás. O te arriesgas, te pones con la toalla en la orilla, tú sólo, con todo el mundo mirándote, y cuando sube la marea, en un par de minutos te ves rodeado de agua. Es acojonante. Después, cuando finalmente entras al agua, caminas y caminas y caminas, y no hay fondo. Es como una jodida charca. Y claro, uno quiere mear, pero no quiere que lo vean, así que hay que seguir andando, y de repente, ¡ZÁS! Algo gelatinoso en el fondo cubriéndolo todo, una capa de unos diez centímetros ¿y qué es eso? Pues algas, que con tan poco fondo y tanto calor, se llena de unas algas asquerosas. Así que ahora estás a más de un kilómetro de tu toalla, meándote y andando sobre gelatina con una sensación repugnante. ¿Qué hacer Dios mío? Pues intentas hacer el Cristo, pero con tan poco fondo lo único que consigues es poner el culo sobre las algas. En eso que notas algo moviéndose y te encuentras con una medusa nadando al lado tuyo, enorme como una pelota de fútbol ¡¡Estrés!! ¿Será venenosa? ¿Tendrá hambre? ¿Me atacará? Así que le dices adiós a tus escrúpulos y te hechas a correr por esas algas, esquivando otras medusas, meándote, y desesperado porque tras andar doscientos metros mar adentro, el agua aún no te llega a la cintura. Encima esa agua no es como la de las películas del caribe. Es un agua turbia, sucia por tanta arena, en la que no se ve nada. Te planteas margullar, pero eso no puede ser sano para el pelo de la cabeza, ¿y si al salir salgo con una medusa como casco, y me sorbe el cerebro? Así que de mojarte la cabeza nada. En estas que vuelves a la orilla y te encuentras con OPA, el abuelo, con un bañador clonado de los de Fraga cuando el incidente nuclear en España. El puto viejo se mete las manos por detrás y te enseña el culo, se coloca el paquete, y le ves la polla mientras lo hace, y seguidamente, se la saca por un lado y se pone a mear delante de ti, en la orilla. Y tú aún en el agua. A correr se ha dicho. Claro, tras estas experiencias no quieres volver a bañarte más en todo el día. Entonces te colocas en tu toalla, tratando de localizar las chochas más cercanas, y oyes una pita. Joder un tractor en la playa. No uno, una procesión de tractores entre los bañistas. Y que es esa coña que arrastran cada uno: los chiringuitos. Con tanto kilómetro de playa, la solución son los chiringuitos móviles. Los hay de perritos calientes, papas fritas, helados, alcohol, pescado, zumos de fruta y chiringuito BAÑO, en el que por la módica cantidad de 35 céntimos te puedes echar un pis o una jiñada sin el sufrimiento del agua. Sólo hay un problema. Si no compras cuando pasa el chiringuito a tu lado y más tarde se te antoja comer, pueden tardar hasta una hora y media en volver a pasar por tu zona.
Así que la próxima vez que vayáis a una playa en España y veáis la bandera azul ondeando, y esos chiringuitos bien situados, y esa agua transparente y de un azul hermosísimo, y esas prohibiciones de animales en la arena y podáis dejar la toalla a unos metros del agua y no tengáis que andar doscientos metros o más para llegar a la zona en la que no se hace pie, pensad que todos esos rubios desgraciados que están en la playa con vosotros podrán presumir de primer mundo y toda esa mierda, pero de playas, de playas presumimos nosotros.