jueves, agosto 28, 2003

Día 28. La boda – Cuarta parte


Como iba diciendo, tras el banquete comenzó la ceremonia de entrega de regalos. Los novios se pusieron en el escenario y la gente les iba dando toda clase de estúpidos y absurdos regalos. Había ramos de flores, cuadros horrorosos, terribles figuras talladas en madera con formas totalmente indefinidas. Yo y el americano estábamos sin habla, anonadados hasta que nos dimos cuenta que todos los regalos iban cargados de dinero: así, los ramos de flores tenían camuflados billetes entre sus hojas, los cuadros tenían los marcos forrados de billetes, las figuras de madera poseían algún agujero del que se podía extraer el dinero. Otros simplemente les daban un sobre con su aguinaldo. No sólo se regalaba sino que cada entrega iba acompañada de un pequeño discurso enfatizando algún momento cumbre de la relación de los jóvenes esposos. Por su espectacularidad llamó la atención el regalo de los vecinos de mi amigo. De repente desaparecieron todos de la sala lo que nos hacía barruntar que tramaban algo. Más tarde aparecieron todos disfrazados de pitufos (aunque algunos superaban los dos metros de altura) y cantando la canción de los susodichos enanos azules con la letra alterada. Portaban una gran mesa simplemente horrorosa, que se veía había sido tallada a mano. Depositaron la mesa en el escenario, cantaron un par de canciones en las que humillaban a la pareja, repartieron panfletos entre todos los asistentes para que pudieran corear las canciones y como mismo llegaron se fueron. La mesa tenía su superficie recubierta por un cristal y bajo este estaba depositada una cantidad ingente de dinero. Tras estos, llegó el turno del padrino y la madrina. Taparon los ojos a ambos y trajeron al escenario un paquete enorme de unos dos metros de alto por metro y medio de ancho que fue arrastrado entre varias personas. Montaron unas sombrillas y sillas y comenzó el show. En el caso de este regalo se trataba de un concurso y de acertar las pruebas obtendrían como premio su propio regalo de bodas. Todo con música de programas de televisión del tipo “El precio justo”. La prueba que más llamó la atención fue aquella en la que el novio tenía que conseguir un tampón y la novia un condón. Comenzaron a correr por la sala preguntando a todo el mundo al ritmo de una música frenética. Corre que te corre hasta que él consiguió de una chica el susodicho tampón y ella de un joven la gomita. El chico se puso rojo hasta la médula, sobre todo por las miradas que le lanzaban sus padres al saber que el inocente vástago cargaba semejante artilugio. Era un chaval de unos diez años. La verdad que un poco precoz para estos menesteres. Más tarde me enteré que había sido amañado y alguien le había dado el condón por si nadie les pasaba uno y cuando recibió la señal pactada lo entregó. Tras las pruebas que por supuesto acertaron llegó la entrega del premio. Eran un montón de cajas de cerveza Erdinger, una de las mejores cervezas de trigo del mundo. Esas cervezas se usaron en las fiestas de los días siguientes.
Acabada la entrega de regalos comenzó el baile que por supuesto abrieron los novios. Tras este baile había que pagar unos € 15 por bailar con ambos, y todo el mundo se prestó ya que al parecer es una de sus tradiciones y sirve para recolectar dinero para los novios. El baile continuó hasta bien entrada la noche y acabamos borrachos como cubas sentados en el suelo del local, rodeados de velas encendidas y coreando canciones típicas alemanas.
En fin, una experiencia alucinante.